Mirar nuestra comuna de Lonquimay
desde la actual mirada del desarrollo es hablar de una comuna con altos índices
de vulnerabilidad social, con bajos índices de escolaridad, con altos índices
de desempleo, con bajos índices de
desarrollo productivo; según los estándares: una comuna pobre.
Pero si en vez de mirar, nos damos el
tiempo de observar. Podemos ver los multicolores entre los caducifolios robles,
raulíes, ñirres y las perennes araucarias, lengas y coigues. Podemos escuchar el sonido del viento
“puelche”, el silbar de un pitio, el griterío de unas cachañas y el relinchar
de los mancos. Sumado a un buen asado de chivo o cordero, a unos piñones
tostados “saltando” en la cocina a leña, uno pan amasado recién salido del
horno y unos chicharrones que saltean en la paila.
Esto último no se considera en ningún
libro de economía, en la portada del Mercurio o de la Tercera y menos aparecerá
en algún paper escrito por los Doctores de Harvard, Standford o Cambridge.
El actual modelo no deja observar lo
importante que son estas cosas y tampoco deja que estas cosas se muestren a las
nuevas generaciones, a las cuales solo se les impone los primeros estándares.
Observar el desarrollo personal como el éxito y este basado en la adquisición
de status social, el cual está dado por lo que tienes materialmente y
financieramente (o por lo que debes para tener aquello).
Con esto no quiero alejarme de las
necesidades básicas que tanto requieren mis coterráneos y las responsabilidades
que tiene el Estado en esto. Solo quiero reafirmar que existen elementos que
hacen fortalecer a la gente de nuestra comuna, elementos que nos hace ser
transparentes, honestos, humildes, luchadores y sinceros.
Por eso la importancia de tener,
fortalecer, promover y educar nuestra identidad comunal. No esconderla, no
sentir vergüenza de ella, no callarla.
Nuestros padres han cometido del
error de decirnos “quiero que te vayas de acá, que seas algo en la vida, que
seas mejor que yo”. Tal vez generando en ese niño o joven un resquemor con su
territorio, una contradicción entre el lugar que te vio nacer, donde fuiste
criado y es este el lugar al cual no puedes volver porque “el ser alguien” está
en otro lugar. En ese otro lugar está el “Status Social”, la adquisición de
bienes, conocimiento y capacidades.
Cuando me comparo con mi viejo y veo
sus capacidades: desde maestro hasta dirigente social; pasando por gasfíter,
jardinero, veterinario, agricultor y padre. Y yo....solo soy un profesional.
Soy mejor que el? Soy ese algo en la
vida?...Bajo los primeros estándares que describimos...soy mejor, bajo los
estándares que creo que debemos observar; el es un lonquimayino con identidad.
No estamos solo para producir,
adquirir, vender, comprar y votar. También estamos para cuidar, educar,
sociabilizar, entregar y unificar. Levanta la
mirada, mira la montaña y agradece.
“Tan importante como hallar nuestra voz, ha de escuchar otra voces, otros
estilos, otras maneras. Atonarnos a ratos a otras sonoridaes, para aprender y
desaprender; para mejorar en lo que hacemos, incorporar otros movimientos,
visiones, instrumentos” (Hector Jorquera, Emprendedor Social)
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