Hablar de política en muchas casas
se ha vuelto un tema intratable, que genera divisiones y para muchos; una
conversación innecesaria y añeja. Es más entretenido conversar para saber cómo
le ha ido al vecino y si la selección de futbol nacional pasará a la segunda
fase en el mundial de Brasil.
Luego de escuchar y leer a muchos
cientistas, especialistas e ingenieros de la política, que analizan la
abstención de los ciudadanos en las últimas elecciones presidenciales,
especialmente la segunda vuelta, comprendo la lejanía de la clase política con
el ciudadano de a pie. La elite impermeable de nuestro país sigue mirando con
alta miopía lo que sucede en el Chile común, social y muchas veces aspiracional.
Nos piden votar, nos piden
participar, nos solicitan ser ciudadanos, cumplir con nuestros derecho/deber
cívico y si no lo hacemos nos convertimos en unos “paria”, que después no nos
quejemos, que si no votas no tienes opinión y muchos epítetos tradicionales.
La elite elige a la elite, el 58%
de los chilenos ganamos menos de quinientos mil pesos, el 58% de los chilenos
estamos endeudados con alguna Universidad, el 58% de los chilenos usamos el
transporte público, el 58% de los chilenos vive en una casa de subsidio.
Quizás la mayoría de los
porcentajes sea mayor, pero refleja que el ciudadano común, aquel que depende
en gran parte de las políticas públicas impartidas por el gobierno de turno
(educación, salud, vivienda, educación y transporte) no está “ni ahí” con
elegir al político de turno.
No porque no le interese que la calidad de vida de
su familia y sus cercanos mejore, sino porque no confía en que alguna de las
coaliciones políticas realice los cambios que Chile necesita, para que el ciudadano
de a pie viva mejor.
Y la clase política continua
desconectada de este 58%, más bien se preocupa de buscar culpables de porque
pierden el gobierno, para el caso del gobierno saliente, o se preocupan de
buscar una imagen para potenciar en 4 años más, para el caso del gobierno
entrante.
Se ha perdido la sintonía reflejando
la lejanía de esta elite con el chileno común, ese de a pie.